Hablemos claro. El tema de haber nacido en un sitio o en otro es totalmente arbitrario. A lo mejor has nacido en Madrid, como yo, pero bien podrías haber nacido en la Puebla de Almoradiel, Alpedrete, o en Etiopía, y haberte muerto a los dos meses comido por las moscas. Es este hecho, el que hace que el tema del patriotismo y amor por una bandera y una tierra en mí no tenga cabida. Actualmente vivo cerca de Toledo, en medio del campo. Pero no tengáis ninguna duda de que viviría mucho más feliz en el norte de España. O ya puestos, en otro país.
De hecho, me encantaría ser francés. De verdad, lo juro. Y me encantaría serlo porque le echan un par de huevos cada vez que el gobierno hace alguna barrabasada, porque tienen educación universitaria gratuita, porque son una potencia mundial de verdad (llorar durante meses para que te inviten a una reunión del G-8 no queda demasiado bien), y porque además se vive bien en Francia.
Por supuesto, tiene sus inconvenientes y sus cosas malas a rabiar. Como Sarkozy, por ejemplo. Caso claro de presidente con alma de déspota, bajito y con mala hostia. Lo malo, para él, es que ha encontrado la horma de su zapato en la sociedad entera, capaz de encadenar huelga tras huelga para luchar por sus derechos, o bien para protestar por los insultos proferidos por él.
Viendo a nuestro país vecino, es inevitable hacer comparaciones con el nuestro. Con una clase política podrida hasta la médula en su mayoría, con una sociedad anclada en el estado del bienestar y conformista a rabiar, más de 4 millones de parados que no protestan, subidas de la edad de las pensiones gracias a sindicatos con el buche lleno, picaresca por doquier... ¿quién quiere seguir siendo español?
Vendrá alguno, casi seguro, a decir que ya que me gusta tanto Francia, pues que me pire. Pues es posible que lo haga, si no me queda otra. Emigrar como hicieron nuestros abuelos en época de Franco para poder conseguir algo de pan que echarnos a la boca. Pero mientras tanto me quedaré aquí, dando por culo lo que pueda y haciendo ver cada mierda que pisemos, aunque no guste.
Aunque siempre me quedará la cosa de qué habría pasado si en aquellos primeros años del siglo XIX se hubiera consolidado José Bonaparte como nuestro monarca...
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