martes, 24 de diciembre de 2013

Que acabe ya.

Que acabe ya este puto año. Sin duda es el peor año de mi vida, este 2013 en el que amanecí ya sin trabajo yo, y sin trabajo mi pareja. Los días son largos en casa, pensando en cómo estirar el dinero, en inventar posibles ingresos, en reducir gastos, en olvidarte de pequeños placeres.

A los pocos días de enero, encontré atropellado a mi perro Harley, como ya puse hace tiempo. Y todavía me parece verlo al entrar en cualquier habitación.

La empresa en la que estaba metido con mi socio Isi se fue a pique, tras vérnoslas con el ayuntamiento de Méntrida. Al no poder fabricar, las facturas se acumularon y los ingresos desaparecieron.

Y ahora, cuando he vuelto a retomar la empresa, cuando empiezo a pagar facturas, cuando el dolor de la pérdida es un golpe sordo en el corazón, se va ella. La persona que ha estado conmigo desde hace once años y medio ha decidido recoger sus cosas e irse. Y hace dos semanas que me levanto solo, sin escuchar el rumor de la sábanas al rebullirse, sin el tintineo de la cucharilla en la taza, sin sus palabras de cariño a los perros. Sin sus quejas por el frío por hace, sin su luz de lectura, sin su risa.

Qué puta mierda todo. No me habléis de esperanza hoy.

Mañana quizá.