lunes, 17 de enero de 2011

Esther

Esther llegó a Budapest por los caprichos del destino y de sus amos. No era oficialmente una esclava, pero ella se tenía como tal. Su familia había dado tumbos desde Polonia por toda Europa hasta llegar a Londres hacía cuarenta años. Hija menor de una serie de siete hermanos, había tenido que ver cómo a ella y a otros dos más habían tenido que ser abandonados en puertas de orfanatos, por la falta de alimento.

Ella no tuvo suerte y no fue adoptada por ninguna familia. Se quedó trabajando en el orfanato hasta cumplir la mayoría de edad, limpiando y fregando para el resto de niños. No cobraba salario alguno, pero al menos tenía comida y un lugar donde resguardarse por la noche.

Fue a parar a la familia Cunningham de casualidad. Se había encariñado con un pequeño chico llamado Peter, de mirada tímida y con la cara llena de pecas. Su pelo pelirrojo le hacía imposible pasar desapercibido por mucho que él lo intentara. Siempre se le podía descubrir de un vistazo entre toda la chiquillería. Quizá por eso fue elegido por la familia Cunningham para ser adoptado. Pero él no las tenía todas consigo. Abandonado a la edad de los cinco años, había encontrado en Esther la hermana que no recordaba tener, y no estaba dispuesto a marcharse sin ella. Por suerte, la señora Cunningham encontró la solución, contratando a Esther como criada, y Peter esbozó la única sonrisa que se le había visto en dos años.

Su nueva casa era una bonita vivienda en la zona rica. Sus dueños, comerciantes de telas y alfombras durante generaciones habían hecho una fortuna, y se contaban entre las diez familias más ricas de Inglaterra. El cometido allí de Esther era el hacer prácticamente de todo, menos cocinar. La riqueza no se consigue teniendo un batallón de bocas que alimentar, por mucho que trabajen. Es mejor tener una sóla, aunque tuviera que dormir sólamente seis horas para poder realizar sus tareas. Estuvo durante dos años sin tener un sólo día libre. Por eso, cuando le ofrecieron marcharse a la filial de Budapest vio la oportunidad de descansar algo y cambiar de aires. No sabía lo que se equivocaba.

2 comentarios:

Biónica dijo...

Oh! Y esta faceta de escritor?

Pues me ha gustado, que lo sepas. Haces buen cliffhanger al final xD. Lo mismo guionista y todo xD.

En serio, muy bien escrito!!

J. Lozano dijo...

¡Gracias, Bio!

Pues la verdad es que siempre he escrito, aunque he de reconocer que he perdido práctica. Hacía al menos 3 o 4 años que no escribía ningún relato, supongo que coincidiendo con la entrada en la fotografía.

Pronto habrá continuación, si me dejan.