Hablemos claro. El tema de haber nacido en un sitio o en otro es totalmente arbitrario. A lo mejor has nacido en Madrid, como yo, pero bien podrías haber nacido en la Puebla de Almoradiel, Alpedrete, o en Etiopía, y haberte muerto a los dos meses comido por las moscas. Es este hecho, el que hace que el tema del patriotismo y amor por una bandera y una tierra en mí no tenga cabida. Actualmente vivo cerca de Toledo, en medio del campo. Pero no tengáis ninguna duda de que viviría mucho más feliz en el norte de España. O ya puestos, en otro país.
De hecho, me encantaría ser francés. De verdad, lo juro. Y me encantaría serlo porque le echan un par de huevos cada vez que el gobierno hace alguna barrabasada, porque tienen educación universitaria gratuita, porque son una potencia mundial de verdad (llorar durante meses para que te inviten a una reunión del G-8 no queda demasiado bien), y porque además se vive bien en Francia.
Por supuesto, tiene sus inconvenientes y sus cosas malas a rabiar. Como Sarkozy, por ejemplo. Caso claro de presidente con alma de déspota, bajito y con mala hostia. Lo malo, para él, es que ha encontrado la horma de su zapato en la sociedad entera, capaz de encadenar huelga tras huelga para luchar por sus derechos, o bien para protestar por los insultos proferidos por él.
Viendo a nuestro país vecino, es inevitable hacer comparaciones con el nuestro. Con una clase política podrida hasta la médula en su mayoría, con una sociedad anclada en el estado del bienestar y conformista a rabiar, más de 4 millones de parados que no protestan, subidas de la edad de las pensiones gracias a sindicatos con el buche lleno, picaresca por doquier... ¿quién quiere seguir siendo español?
Vendrá alguno, casi seguro, a decir que ya que me gusta tanto Francia, pues que me pire. Pues es posible que lo haga, si no me queda otra. Emigrar como hicieron nuestros abuelos en época de Franco para poder conseguir algo de pan que echarnos a la boca. Pero mientras tanto me quedaré aquí, dando por culo lo que pueda y haciendo ver cada mierda que pisemos, aunque no guste.
Aunque siempre me quedará la cosa de qué habría pasado si en aquellos primeros años del siglo XIX se hubiera consolidado José Bonaparte como nuestro monarca...
viernes, 28 de enero de 2011
lunes, 24 de enero de 2011
De naturaleza pesimista.
Me preguntan a menudo por qué soy tan pesimista. Bueno, es algo complicado. Creo que no todo el mundo está preparado para tener los hombros abatidos día tras día.
Imagino que esto me vendrá de mi infancia. No fue especialmente grata, no por mi familia, que es una maravilla, sino por el entorno que tenía en el colegio. Ya lo dejé caer en el anterior post, gordo más sobresaliente en alguna asignatura, hostia va, hostia viene. Y queráis o no, eso deja huella.
Realmente ahora, lo que se dice ahora, de un año a esta parte, estoy mucho mejor. Sonrío, a veces hasta río a carcajadas, paseo, me dedico más a los hobbies, he vuelto a escribir, salgo a hacer fotos, disfruto de mi familia (muhé y perros), veo más a mis padres, salgo con los amigos. Entonces, ¿por qué seguir siendo tan pesimista? Pues creo que he encontrado la razón principal. Porque es cómodo. Es cómodo el estar esperando lo malo, ya que si llega una ráfaga de aire favorable la recompensa parece doble. Imaginaos a alguien cuya vida vaya sobre ruedas, no haya tenido ningún traspiés, tenga suerte, dinero, amor... Joder, imaginaos a Fabra, el día que le toque la lotería. Será un día totalmente normal para él.
Pero estando preparado para lo malo, nada puede cogerte por sorpresa. Quizá por eso, y gracias a eso, me he dado cuenta de que puedo resistir casi cualquier cosa. Puedo echármela a la espalda y cargar con ella hasta que lo solucione, y después tirarla. Me he encontrado con momentos muy difíciles, y hasta ahora he podido con ellos. E imagino, aunque deseo que no, que llegarán más y peores. Pero tengo espaldas anchas, y las sonrisas se me escapan casi sin querer.
Además, por muy pesimista que quiera ser, el sol saldrá cada mañana. Eso es un hecho.
Imagino que esto me vendrá de mi infancia. No fue especialmente grata, no por mi familia, que es una maravilla, sino por el entorno que tenía en el colegio. Ya lo dejé caer en el anterior post, gordo más sobresaliente en alguna asignatura, hostia va, hostia viene. Y queráis o no, eso deja huella.
Realmente ahora, lo que se dice ahora, de un año a esta parte, estoy mucho mejor. Sonrío, a veces hasta río a carcajadas, paseo, me dedico más a los hobbies, he vuelto a escribir, salgo a hacer fotos, disfruto de mi familia (muhé y perros), veo más a mis padres, salgo con los amigos. Entonces, ¿por qué seguir siendo tan pesimista? Pues creo que he encontrado la razón principal. Porque es cómodo. Es cómodo el estar esperando lo malo, ya que si llega una ráfaga de aire favorable la recompensa parece doble. Imaginaos a alguien cuya vida vaya sobre ruedas, no haya tenido ningún traspiés, tenga suerte, dinero, amor... Joder, imaginaos a Fabra, el día que le toque la lotería. Será un día totalmente normal para él.
Pero estando preparado para lo malo, nada puede cogerte por sorpresa. Quizá por eso, y gracias a eso, me he dado cuenta de que puedo resistir casi cualquier cosa. Puedo echármela a la espalda y cargar con ella hasta que lo solucione, y después tirarla. Me he encontrado con momentos muy difíciles, y hasta ahora he podido con ellos. E imagino, aunque deseo que no, que llegarán más y peores. Pero tengo espaldas anchas, y las sonrisas se me escapan casi sin querer.
Además, por muy pesimista que quiera ser, el sol saldrá cada mañana. Eso es un hecho.
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viernes, 21 de enero de 2011
Gordo
Estoy gordo. No pongo excusas del tipo "tengo los huesos grandes", "es mi constitución", etc... No digo que otra gente deje de hacerlo, ellos verán. Yo hace tiempo ya que lo asumí, y la verdad, es un gustazo.
Desgraciadamente, debido a esto, al ser gordo, y a otras circunstancias, me tocó vivir una infancia no demasiado... amable. Ya sabéis cómo son los niños,unos hijos de puta, muy crueles. Y los compañeros que me tocaron en el colegio, no fueron menos.
De modo que tenía dos salidas, al acabar el colegio. Bien, basarme en el arquetipo de la personalidad del gordo, es decir, ser simpático; o bien, darle la vuelta al asunto y desarrollar un poco de mala follá. Ni qué decir que opté por esta última. Es mucho más divertida.
La gente, mucha gente, se piensa que a los gordos no nos importa que nos llamen gordos. Bueno, esto es así en parte. De hecho, a mí ya no me importa. Pero pensad que no tiene lógica ese pensamiento, más que nada porque estás haciendo notar un defecto físico a quien lo tiene, y que puede tener un trauma por ello. Muchos aquí pensarán: "Joder, si estás como una foca es culpa tuya, por hincharte a comer Donuts". Bueno, puede que sí, puede que no. Hay gente con un metabolismo más lento, y van acumulando grasa por muy poco que coman. Conozco a gente así. No es mi caso, todo hay que decirlo. Me gusta comer.
Aun así, la gente siente predilección por poder decirle a alguien que qué gordo está. Lo malo es que no están preparados para que les traten de la misma forma. La semana pasada vino de visita un primo de mi padre al que yo no conocía, ni él a mí. Después de las presentaciones, la primera frase que soltó fue:
- Joder, anda que no estás gordo ni nada...
A lo que le contesté:
- Bueno, tú estás calvo, bizqueas, eres feo, y creo que oigo monos aullando en la selva de pelo que te salen de esas enormes orejas.
¿Os podéis creer que se ofendió mucho? Bueno, vamos a ver. ¿No estábamos jugando a decir cosas obvias, cosas que están a la vista? ¿Qué culpa tengo yo de que sea un poco cabrón y encima observador?
Por norma general la gente no se toma nada bien el contraataque. Es una afrenta personal para ellos, aunque hayan disparado primero. Es por lo que os comentaba de que tienen arraigado de que a los gordos no nos importa que nos llamen gordos.
¿Quiere decir esto que no debéis decirle gordo a un gordo? Pues chico, no lo sé. Depende del caso. Depende de la persona. A mí, realmente no me importa. Eso sí, no esperéis una simple sonrisa de mi parte como respuesta. Si lo que yo os conteste lo recibís con humor, que sepáis que me tenéis ganado. Si lo aceptáis de malas... puerta. Hasta ahora me ha servido mucho para elegir a mis amigos. Amigos que sé que no les importa en absoluto mi apariencia.
Y esto es todo amigos. Besetes.
Desgraciadamente, debido a esto, al ser gordo, y a otras circunstancias, me tocó vivir una infancia no demasiado... amable. Ya sabéis cómo son los niños,
De modo que tenía dos salidas, al acabar el colegio. Bien, basarme en el arquetipo de la personalidad del gordo, es decir, ser simpático; o bien, darle la vuelta al asunto y desarrollar un poco de mala follá. Ni qué decir que opté por esta última. Es mucho más divertida.
La gente, mucha gente, se piensa que a los gordos no nos importa que nos llamen gordos. Bueno, esto es así en parte. De hecho, a mí ya no me importa. Pero pensad que no tiene lógica ese pensamiento, más que nada porque estás haciendo notar un defecto físico a quien lo tiene, y que puede tener un trauma por ello. Muchos aquí pensarán: "Joder, si estás como una foca es culpa tuya, por hincharte a comer Donuts". Bueno, puede que sí, puede que no. Hay gente con un metabolismo más lento, y van acumulando grasa por muy poco que coman. Conozco a gente así. No es mi caso, todo hay que decirlo. Me gusta comer.
Aun así, la gente siente predilección por poder decirle a alguien que qué gordo está. Lo malo es que no están preparados para que les traten de la misma forma. La semana pasada vino de visita un primo de mi padre al que yo no conocía, ni él a mí. Después de las presentaciones, la primera frase que soltó fue:
- Joder, anda que no estás gordo ni nada...
A lo que le contesté:
- Bueno, tú estás calvo, bizqueas, eres feo, y creo que oigo monos aullando en la selva de pelo que te salen de esas enormes orejas.
¿Os podéis creer que se ofendió mucho? Bueno, vamos a ver. ¿No estábamos jugando a decir cosas obvias, cosas que están a la vista? ¿Qué culpa tengo yo de que sea un poco cabrón y encima observador?
Por norma general la gente no se toma nada bien el contraataque. Es una afrenta personal para ellos, aunque hayan disparado primero. Es por lo que os comentaba de que tienen arraigado de que a los gordos no nos importa que nos llamen gordos.
¿Quiere decir esto que no debéis decirle gordo a un gordo? Pues chico, no lo sé. Depende del caso. Depende de la persona. A mí, realmente no me importa. Eso sí, no esperéis una simple sonrisa de mi parte como respuesta. Si lo que yo os conteste lo recibís con humor, que sepáis que me tenéis ganado. Si lo aceptáis de malas... puerta. Hasta ahora me ha servido mucho para elegir a mis amigos. Amigos que sé que no les importa en absoluto mi apariencia.
Y esto es todo amigos. Besetes.
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miércoles, 19 de enero de 2011
De amigos imaginarios... y conocidos tocapelotas.
Yo vivía felizmente con mis cosas, mi vida, mi muhé, mis amigos... hasta que vinieron a patearme las bolas. Gracias a Vishnu que no fue literalmente. Pero tuve una sensación casi tan desagradable que me duró una semana al menos.
Veréis, me tengo por una persona (sí, persona, qué pasa) bastante tolerante en cuanto a las ideas del resto. Soy ateo, de izquierdas y más o menos se podría decir que me la sopla lo que piense la gente siempre y cuando no se metan con lo que yo pienso. Y eso es lo que pasó. Un dejémoslo en conocido, publicó en el caralibro un vídeo de El Intermedio en el cual se hacía una parodia de la visita del Papito a Barcelona. El comentario que puso al subirlo fue "Mirad qué vídeo han hecho los de la Sexta". Entré, vi el vídeo y me descojoné de lo lindo. Tenía su gracia, oye, y así se lo hice notar. A los diez segundos había tres réplicas diciendo que igual de hijos de puta eran los de la Sexta, como los que se reían del vídeo. Y lo peor es que venían de gente de mi grupo de "amigos". Estoy hay que definirlo bien. Tengo un número reducido de amigos, se pueden contar con una mano, o las dos y me sobran muchos dedos. Y el resto son conocidos, de los que te juntas para tomar algo preguntas qué tal todo y ya está. No sabes muy bien cómo han llegado a formar parte del grupo, pero bueno, no pasa nada.
Como decía, soy bastante tolerante, hasta que llegan los insultos. Y más por el tema de la religión, que me parece lo más estúpido de este mundo. Por cierto, si alguien se va a dar por ofendido por lo que voy a decir, le doy permiso para que se vaya, que no se corte, ya que la conversación fue bastante larga.
Pero vamos a ver, alma cándida... ¿Me estás llamando hijo de puta por reírme de un vídeo que tú mismo has colgado? ¿En facebook? Vete a cagar, hombre. Yo es que no puedo con esas cosas, entro en modo Berserker y hasta que no he destruido todo no paro. Bien, hablemos de hijoputismo aplicado a la religión. Y como es la cristiana la que te mola, pues a la cristiana.
Empecemos por el "principio". Adán y Eva. Bueno, Adán, porque Eva salió de una costilla. Coño, que digo yo que si es capaz de hacer una mujer de una costilla, ¿cómo es que se tiró 6 días en hacer el universo? Se lo tomaría con calma. Con muuucha calma. Pero sin embargo se dio mucha prisa en patearnos el culo cuando nos comimos una manzana. Una puta manzana.
Luego hay algo que siempre me ha mosqueado de la teoría de Adán y Eva. El tema de los hijos. Veamos... Por lógica, por pura lógica, en algún momento, para perpetuar la especie, tuvieron que follar entre hermanos, ¿no? ¿Y eso está bien visto? Que es incesto, hombre. Por no hablar de la endogamia...
Llegamos a la época de Noé. Ctrl + alt + supr. A tomar por culo la especie humana, y de paso, todos los animales, que me tenéis hasta los huevos ya.
- Noé, haz un barco.
- ¿Cómo de grande, Señor?
- Jejejejeje... te vas a cagar...
Y llovió, y llovió... y Noé y su mujer tuvieron que hacer lo mismo que Adán y Eva. Todo el día dale que te pego, y a parir, y venga hija, tú también... etc... ¿En serio ese es el plan que tenía dios?
Job. Joder con Job. Oye, te voy a putear hasta niveles inimaginables, pero es por una apuesta que tengo con el diablo, que estamos aquí aburridos y todavía no habéis inventado la tele.
Abraham. Mata a tu hijo y ofrécemelo en sacrificio. Y cuando lo iba a hacer, le suelta "eh, que era una broma... jejejejej..."
Moisés. Oye, vete a salvar a los israelíes, que los he dejado de lado todos estos años. Y no te preocupes por los egipcios, que son unos cabrones que adoran a otros dioses. Acabáramos.
Jesucristo.
- Oye hijo, que he pensado que voy a perdonar a la humanidad, pero que lo voy a hacer a lo grande. De modo que te van a perseguir, azotar, escupir, patear, crucificar y clavar una lanza hasta que mueras, para que pagues tú por sus pecados. ¿A que mola? Podría hacerlo directamente, ya que soy dios, y soy todopoderoso, pero mira, me has pillado con el día graciosete.
De modo que, como podéis comprender, ahora mismo no somos ni amigos, ni conocidos, ni ná de ná. Bueno, sí, me suelta unas miradas de la muerte que no veas, como deseando que caiga un rayo del cielo. Pero el de los rayos era Zeus, no su dios.
Por cierto, esto... ¿a qué venía?
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lunes, 17 de enero de 2011
Nikolai
Nikolai se miró las manos encogidas y que seguramente estarían rojas de no ser por la persistente capa de mugre que las recubría. Trató de cobijarse bajo las cortinas que robó la pasada primavera en aquel hotelucho de mala muerte en el que alguien demasiado descuidado se había dejado la ventana abierta. Si sólo tuviera una aguja y un poco de hilo, se maldecía, podría remendar los agujeros que las ratas hacían por la noche buscando el calor de su cuerpo.
Aún faltaban dos horas para el amanecer, y apenas había podido dormir. La nieve se había fundido en contacto con sus ropas, y en aquel patio interior no había nada que le permitiera cobijarse. Malditos nazis, con sus rondas nocturnas. Pasaban revista todas las noches a los desharrapados, pidiendo documentación. Desde que su país se había metido en la Guerra, tenía que huir cada vez que les oía acercarse.
Nikolai había llegado huyendo del hambre de su Petrogrado natal, saltando de país en país, haciendo un poco de todo. Había llegado a Budapest con una cuadrilla de compatriotas hacía cosa de nueve o diez años, no podía recordar bien.
Los primeros meses fueron horribles, casi tanto como ahora. Sin nadie que le contratara, deambulaba por los callejones traseros de los restaurantes, pegándose por sobras de tres días. Sin embargo, su suerte cambió un día. Su gran talla hizo que un hombre se fijara en él. Ferenc era el herrero encargado de las reformas en el castillo, y andaba falto de mano de obra para realizarlas. Temía que de no poder encontrar a alguien pronto le relegaran de su puesto, lo que supondría la ruina para su familia. Le ofreció a Nikolai un puesto de aprendiz, sin sueldo, pero con manutención. Podría dormir en el taller, caliente, a resguardo de las inclemencias, y comer con Ferenc en su misma mesa.
Nikolai se encargaba de manejar las pesadas barras de hierro, girándolas según mandaba su maestro para que él pudiera golpearlas y moldearlas. La valla de tres metros de altura que estaban reparando necesitaba de una persona con gran fuerza, y a otra con gran maña para poder recrear los complicados motivos de la valla original.
Eran buenos tiempos en Budapest. Apenas recordaba ya las penurias pasadas. De hecho ni frecuentaba las mismas calles. Temía en su fuero interno que aquellas aceras le reclamaran de nuevo, que las sombras tiraran de él y le arrastraran al pozo de nuevo. Prefería las luces de la calle Andrassy, donde estaba fuera de lugar entre tanto lujo, pero le gustaba imaginarse sentado en un sillón cerca de la chimenea dentro de una de esas mansiones.
Fue allí donde conoció a Esther. Sus miradas se cruzaron por un instante nada más. Ella andaba apresurada cargando un pesado fardo, con el ceño fruncido y los ojos verdes centelleantes. Tenía manchada de hollín la barbilla y la oreja izquierda. Esa misma noche Nikolai repasó mentalmente todos esos detalles una y otra vez. Tenía que verla al día siguiente.
Aún faltaban dos horas para el amanecer, y apenas había podido dormir. La nieve se había fundido en contacto con sus ropas, y en aquel patio interior no había nada que le permitiera cobijarse. Malditos nazis, con sus rondas nocturnas. Pasaban revista todas las noches a los desharrapados, pidiendo documentación. Desde que su país se había metido en la Guerra, tenía que huir cada vez que les oía acercarse.
Nikolai había llegado huyendo del hambre de su Petrogrado natal, saltando de país en país, haciendo un poco de todo. Había llegado a Budapest con una cuadrilla de compatriotas hacía cosa de nueve o diez años, no podía recordar bien.
Los primeros meses fueron horribles, casi tanto como ahora. Sin nadie que le contratara, deambulaba por los callejones traseros de los restaurantes, pegándose por sobras de tres días. Sin embargo, su suerte cambió un día. Su gran talla hizo que un hombre se fijara en él. Ferenc era el herrero encargado de las reformas en el castillo, y andaba falto de mano de obra para realizarlas. Temía que de no poder encontrar a alguien pronto le relegaran de su puesto, lo que supondría la ruina para su familia. Le ofreció a Nikolai un puesto de aprendiz, sin sueldo, pero con manutención. Podría dormir en el taller, caliente, a resguardo de las inclemencias, y comer con Ferenc en su misma mesa.
Nikolai se encargaba de manejar las pesadas barras de hierro, girándolas según mandaba su maestro para que él pudiera golpearlas y moldearlas. La valla de tres metros de altura que estaban reparando necesitaba de una persona con gran fuerza, y a otra con gran maña para poder recrear los complicados motivos de la valla original.
Eran buenos tiempos en Budapest. Apenas recordaba ya las penurias pasadas. De hecho ni frecuentaba las mismas calles. Temía en su fuero interno que aquellas aceras le reclamaran de nuevo, que las sombras tiraran de él y le arrastraran al pozo de nuevo. Prefería las luces de la calle Andrassy, donde estaba fuera de lugar entre tanto lujo, pero le gustaba imaginarse sentado en un sillón cerca de la chimenea dentro de una de esas mansiones.
Fue allí donde conoció a Esther. Sus miradas se cruzaron por un instante nada más. Ella andaba apresurada cargando un pesado fardo, con el ceño fruncido y los ojos verdes centelleantes. Tenía manchada de hollín la barbilla y la oreja izquierda. Esa misma noche Nikolai repasó mentalmente todos esos detalles una y otra vez. Tenía que verla al día siguiente.
Esther
Esther llegó a Budapest por los caprichos del destino y de sus amos. No era oficialmente una esclava, pero ella se tenía como tal. Su familia había dado tumbos desde Polonia por toda Europa hasta llegar a Londres hacía cuarenta años. Hija menor de una serie de siete hermanos, había tenido que ver cómo a ella y a otros dos más habían tenido que ser abandonados en puertas de orfanatos, por la falta de alimento.
Ella no tuvo suerte y no fue adoptada por ninguna familia. Se quedó trabajando en el orfanato hasta cumplir la mayoría de edad, limpiando y fregando para el resto de niños. No cobraba salario alguno, pero al menos tenía comida y un lugar donde resguardarse por la noche.
Fue a parar a la familia Cunningham de casualidad. Se había encariñado con un pequeño chico llamado Peter, de mirada tímida y con la cara llena de pecas. Su pelo pelirrojo le hacía imposible pasar desapercibido por mucho que él lo intentara. Siempre se le podía descubrir de un vistazo entre toda la chiquillería. Quizá por eso fue elegido por la familia Cunningham para ser adoptado. Pero él no las tenía todas consigo. Abandonado a la edad de los cinco años, había encontrado en Esther la hermana que no recordaba tener, y no estaba dispuesto a marcharse sin ella. Por suerte, la señora Cunningham encontró la solución, contratando a Esther como criada, y Peter esbozó la única sonrisa que se le había visto en dos años.
Su nueva casa era una bonita vivienda en la zona rica. Sus dueños, comerciantes de telas y alfombras durante generaciones habían hecho una fortuna, y se contaban entre las diez familias más ricas de Inglaterra. El cometido allí de Esther era el hacer prácticamente de todo, menos cocinar. La riqueza no se consigue teniendo un batallón de bocas que alimentar, por mucho que trabajen. Es mejor tener una sóla, aunque tuviera que dormir sólamente seis horas para poder realizar sus tareas. Estuvo durante dos años sin tener un sólo día libre. Por eso, cuando le ofrecieron marcharse a la filial de Budapest vio la oportunidad de descansar algo y cambiar de aires. No sabía lo que se equivocaba.
Ella no tuvo suerte y no fue adoptada por ninguna familia. Se quedó trabajando en el orfanato hasta cumplir la mayoría de edad, limpiando y fregando para el resto de niños. No cobraba salario alguno, pero al menos tenía comida y un lugar donde resguardarse por la noche.
Fue a parar a la familia Cunningham de casualidad. Se había encariñado con un pequeño chico llamado Peter, de mirada tímida y con la cara llena de pecas. Su pelo pelirrojo le hacía imposible pasar desapercibido por mucho que él lo intentara. Siempre se le podía descubrir de un vistazo entre toda la chiquillería. Quizá por eso fue elegido por la familia Cunningham para ser adoptado. Pero él no las tenía todas consigo. Abandonado a la edad de los cinco años, había encontrado en Esther la hermana que no recordaba tener, y no estaba dispuesto a marcharse sin ella. Por suerte, la señora Cunningham encontró la solución, contratando a Esther como criada, y Peter esbozó la única sonrisa que se le había visto en dos años.
Su nueva casa era una bonita vivienda en la zona rica. Sus dueños, comerciantes de telas y alfombras durante generaciones habían hecho una fortuna, y se contaban entre las diez familias más ricas de Inglaterra. El cometido allí de Esther era el hacer prácticamente de todo, menos cocinar. La riqueza no se consigue teniendo un batallón de bocas que alimentar, por mucho que trabajen. Es mejor tener una sóla, aunque tuviera que dormir sólamente seis horas para poder realizar sus tareas. Estuvo durante dos años sin tener un sólo día libre. Por eso, cuando le ofrecieron marcharse a la filial de Budapest vio la oportunidad de descansar algo y cambiar de aires. No sabía lo que se equivocaba.
viernes, 14 de enero de 2011
Por qué me gusta la fotografía.
Me gusta la fotografía desde siempre, creo. De pequeño me quedaba embobado viendo fotografías en las páginas de la National Geographic, retratos antiguos, animales... Me gustaban bastante más que la tele, la verdad. Y bueno, me sigue pasando ahora.
El ponerme a hacer fotos de una manera un tanto más dedicada surgió después de mi viaje a Egipto. A la vuelta, al repasar las fotografías de aquel maravilloso viaje observé horrorizado las fotos que había hecho. Fotos en las que no supe reflejar la belleza de aquel país, la magnificencia de las pirámides, el asombro al descubrir Abu Simbel, las sonrisas en Khan - El Khalili... De modo que decidí que no volvería a pasar, o al menos que pondría interés en reflejar lo que veía. Así que empecé a ver cursos, millones de fotos, a hablar con fotógrafos aficionados y profesionales... y a hacer fotos por doquier.
Hasta ahora, se puede decir que la mayoría de mis fotos son paisajes. La Mancha da mucho juego, si sabes ver más allá de los infinitos campos que parecen yermos. Pero hay algo en lo que quiero empezar a investigar, que me atrae más que el resto de disciplinas fotográficas: el retrato. Retratos de todos los tipos, primeros planos, planos americanos, planos de cuerpo entero. Ahora, me tiemblan las calandracas sólo de pensarlo. Un retrato es una especie de pacto íntimo entre el fotografiado y yo, es un instante único captado en una imagen.
Tengo, por así decir, varios referentes en este tema, pero por destacar a dos, os voy a poner estas galerías. Son dos fotógrafos con estilos totalmente diferentes. Ambos conocidos a través de flickr, un portal dedicado a estos menesteres, por si alguien no lo conoce.
LJ es un fotógrafo cuyo portafolio lo compone en un 99% imágenes en blanco y negro, y en un 90% de gente sin techo. Si después de haber visto esta galería no se te mueve algo por dentro, estás muerto.
Created with Admarket's flickrSLiDR.
El otro fotógrafo es filipino, aunque afincado en Singapur, creo. Si no es así, que me perdone. Suele salir los fines de semana a la avenida más concurrida a buscar a gente con facciones fuera de lo normal, e intenta que le dejen hacer una fotografía, explicándoles que va a incluirlas en un proyecto personal. Este es el resultado:
miércoles, 12 de enero de 2011
De Sálvame y su puta madre
Sí. Pone "De Sálvame y su puta madre". Así que os podéis imaginar por dónde van los tiros. Sé que muchos sois superfans (SUPERFANS) de la Esteban, así que os recomiendo que deis media vuelta y no miréis atrás. Esto es un post escrito desde la rabia (idea para etiqueta).
Mi odio hacia Sálvame ha sido patente desde que comenzó, y eso que no lo había visto casi nunca. Creo que lo habría odiado de todas formas, pero el que esté dentro una de las personas que más vergüenza ajena me hace pasar, y que lo vea sin pestañear una de las personas que más me intenta putear, hace que lo aborrezca sobremanera. ¿Sabéis de quién hablo? ¿No? Bueno, eso es porque sois nuevos por aquí. La primera persona es la "Princesa del pueblo". Joder, si no ganamos para infantas y princesas, oiga, como para que encima nos salga otra. Sí, señora, es Belén Esteban (¡m'entiendes?).
No concibo que viviendo en el siglo en el que lo hacemos, donde la información está al alcance de un clic, existen cientos de canales, la cultura circula "casi" libremente, que se haya encumbrado a esta mujer como ejemplo de madre coraje. Madre coraje mis cojones, perdone. Cómo se puede alabar a una señora que se ha hecho famosa por liarse con un torero (que ya saldrá algún día por aquí) y que salga diciendo lo que le "sale del potorro (sic)". Una persona tan soez no puede ser ejemplo de nada, salvo del analfabetismo. Según ella, es una gran madre por hacer lo que hace para dar de comer a su hija. Incluso exponer una foto suya en televisión, pasándose por el forro la Ley de Protección de Menores.
Gran madre es la mía, por ejemplo, que ha currado toda su vida por sus hijos, que tiene la espalda destrozada de trabajar en el campo. Gran madre serán muchas de las vuestras, que seguro que no han permitido que os falte de nada, aunque hayan tenido que quitárselo de su boca.
Del resto de personas que hay ahí, que salen en el programa, sobra decir que están ahí porque no parece que pudieran desempeñar otro trabajo. No veo yo a ninguno de ellos madrugando para ir a trabajar de barrendero, la verdad.
Cierto es que no debería importarme tanto, ya que no debería ver el programa. Y no lo veo, porque me niego. Y no lo veo, aunque cuando llego de trabajar está puesto en la tele. Y cuando llego a casa de mis suegros está puesto también. Y es que estoy hasta los mismísimos de no poder ver nada en la tele porque parece ser que lo que diga tal panda de impresentables es realmente importante, más que el paro, más que la crisis o que ETA haya anunciado un alto el fuego.
De modo que mientras mi mujer y mi suegra andan con la boca abierta ante la ocurrencia de la Esteban 2.0 (a la 1.0 parece ser que no le sentaban demasiado bien los polvos de la nariz y hubo que actualizarla), yo estoy aquí desfogando un poquito, pasando frío en el despacho del ordenador. Y muy a gusto, oye, que por lo menos no se me está secando el cerebro.
Mi odio hacia Sálvame ha sido patente desde que comenzó, y eso que no lo había visto casi nunca. Creo que lo habría odiado de todas formas, pero el que esté dentro una de las personas que más vergüenza ajena me hace pasar, y que lo vea sin pestañear una de las personas que más me intenta putear, hace que lo aborrezca sobremanera. ¿Sabéis de quién hablo? ¿No? Bueno, eso es porque sois nuevos por aquí. La primera persona es la "Princesa del pueblo". Joder, si no ganamos para infantas y princesas, oiga, como para que encima nos salga otra. Sí, señora, es Belén Esteban (¡m'entiendes?).
No concibo que viviendo en el siglo en el que lo hacemos, donde la información está al alcance de un clic, existen cientos de canales, la cultura circula "casi" libremente, que se haya encumbrado a esta mujer como ejemplo de madre coraje. Madre coraje mis cojones, perdone. Cómo se puede alabar a una señora que se ha hecho famosa por liarse con un torero (que ya saldrá algún día por aquí) y que salga diciendo lo que le "sale del potorro (sic)". Una persona tan soez no puede ser ejemplo de nada, salvo del analfabetismo. Según ella, es una gran madre por hacer lo que hace para dar de comer a su hija. Incluso exponer una foto suya en televisión, pasándose por el forro la Ley de Protección de Menores.
Gran madre es la mía, por ejemplo, que ha currado toda su vida por sus hijos, que tiene la espalda destrozada de trabajar en el campo. Gran madre serán muchas de las vuestras, que seguro que no han permitido que os falte de nada, aunque hayan tenido que quitárselo de su boca.
Del resto de personas que hay ahí, que salen en el programa, sobra decir que están ahí porque no parece que pudieran desempeñar otro trabajo. No veo yo a ninguno de ellos madrugando para ir a trabajar de barrendero, la verdad.
Cierto es que no debería importarme tanto, ya que no debería ver el programa. Y no lo veo, porque me niego. Y no lo veo, aunque cuando llego de trabajar está puesto en la tele. Y cuando llego a casa de mis suegros está puesto también. Y es que estoy hasta los mismísimos de no poder ver nada en la tele porque parece ser que lo que diga tal panda de impresentables es realmente importante, más que el paro, más que la crisis o que ETA haya anunciado un alto el fuego.
De modo que mientras mi mujer y mi suegra andan con la boca abierta ante la ocurrencia de la Esteban 2.0 (a la 1.0 parece ser que no le sentaban demasiado bien los polvos de la nariz y hubo que actualizarla), yo estoy aquí desfogando un poquito, pasando frío en el despacho del ordenador. Y muy a gusto, oye, que por lo menos no se me está secando el cerebro.
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martes, 11 de enero de 2011
Años de trabajo
Años de trabajo, originalmente cargada por J. Lozano.
Esta foto tiene detrás años de historia. Años de trabajo. Heredada por mi madre hace casi 35 años, la viña que había en esta tierra ya era vieja. Mi familia la ha cuidado a lo largo de esos 35 años, hasta que finalmente la hemos tenido que arrancar. Los precios ínfimos a los que se paga el kilo de uvas, y la mala gestión de las cooperativas nos han llevado a esta situación.
De modo que hemos cambiado vino, por cerveza. El que veis ahí subido en el tractor (bueno, no lo veis) es mi padre, sembrando cebada. Prometo volver en mayo-junio a hacer esta misma foto, con la cebada cerniendo, y los rayos de sol cayendo casi en paralelo al suelo. Creo que os gustará.
Días negros.
Hoy es de esos días, propios de otoño, casi de invierno.
De nubarrones anegando el alma, y cegando la mirada.
De lágrimas que escapan de las rejas de las pestañas.
De suspiros que revientan por estar tanto tiempos guardados.
De hojas que caen sin tocarte, para no dañarte.
De lluvia mansa que empapa, que resbala.
De viento frío que araña, que desgrana las ganas de gritar en la mañana.
De días negros como cuervos graznando su odio resentido al alba.
De escalofríos lentos, de sollozos quedos.
De calles solitarias.
De rumores a las espaldas.
De ojos cerrados y contenida rabia.
De puños apretados, y dientes rechinando.
De esos en los que no pasa nada.
De uñas hincadas en las palmas de las manos agrietadas.
De árboles que te miran al pasar sin decir nada.
De gritos roncos al cielo.
De corazón cansado, frío y sin calma.
De nubarrones anegando el alma, y cegando la mirada.
De lágrimas que escapan de las rejas de las pestañas.
De suspiros que revientan por estar tanto tiempos guardados.
De hojas que caen sin tocarte, para no dañarte.
De lluvia mansa que empapa, que resbala.
De viento frío que araña, que desgrana las ganas de gritar en la mañana.
De días negros como cuervos graznando su odio resentido al alba.
De escalofríos lentos, de sollozos quedos.
De calles solitarias.
De rumores a las espaldas.
De ojos cerrados y contenida rabia.
De puños apretados, y dientes rechinando.
De esos en los que no pasa nada.
De uñas hincadas en las palmas de las manos agrietadas.
De árboles que te miran al pasar sin decir nada.
De gritos roncos al cielo.
De corazón cansado, frío y sin calma.
lunes, 10 de enero de 2011
Lo políticamente no correcto.
Buenas a todos.
Algunos me conoceréis del twitter, otros de flickr, y otros seguramente de haber pasado por encima mía un sábado por la mañana estando tirado en la puerta de un garito.
Bien, he decidido crear un blog para desfogar que dicen en mi pueblo. Es decir, soltar sapos y culebras cuando la ocasión lo requiera (en mi caso es más a menudo de lo que mi madre quisiera) y soltar paridas que me vengan a la mente y estén fuera de lo político y/o diplomáticamente correcto. Tengo otro blog, mucho más finolis, de contenido fotográfico en su mayor parte, y que me gustaría mantener impoluto en la medida de lo posible, para que cuando la Agencia Magnum haga un chequeo de mi trabajo no se caigan de culo con lo que sale de mi boquita.
De modo que aquí estamos, de estreno. Quién me iba a decir que iba a tener no uno, si no dos (2!!) blogs. Desde luego, mi tío el guardia civil no, que según él lo raro es que aprendiera a leer antes de los 27 años. Bueno, pues mira, se equivocó. Eso sí, le tengo que agradecer muchas cosas, como por ejemplo que hace 4 años que no le veo y estoy en la gloria, que bastante jodida es la vida como para ver de vez en cuando a un pavo cejijunto, enjuto, de piel cetrina, voz gangosa, ex-guardia civil barrigudo, vago, homófobo y misógino. Joder, es que le pilla de todo.
Pues nada, a ver que tal resulta esto. Lo mismo no volvéis a saber nada de mí nunca más, pero viendo cómo estoy de trabajo ahora mismo, no apostaría por ello.
Saludetes, majetes. Jo, si es que soy hasta poeta. No sé por qué no me querrá mi suegra.
Algunos me conoceréis del twitter, otros de flickr, y otros seguramente de haber pasado por encima mía un sábado por la mañana estando tirado en la puerta de un garito.
Bien, he decidido crear un blog para desfogar que dicen en mi pueblo. Es decir, soltar sapos y culebras cuando la ocasión lo requiera (en mi caso es más a menudo de lo que mi madre quisiera) y soltar paridas que me vengan a la mente y estén fuera de lo político y/o diplomáticamente correcto. Tengo otro blog, mucho más finolis, de contenido fotográfico en su mayor parte, y que me gustaría mantener impoluto en la medida de lo posible, para que cuando la Agencia Magnum haga un chequeo de mi trabajo no se caigan de culo con lo que sale de mi boquita.
De modo que aquí estamos, de estreno. Quién me iba a decir que iba a tener no uno, si no dos (2!!) blogs. Desde luego, mi tío el guardia civil no, que según él lo raro es que aprendiera a leer antes de los 27 años. Bueno, pues mira, se equivocó. Eso sí, le tengo que agradecer muchas cosas, como por ejemplo que hace 4 años que no le veo y estoy en la gloria, que bastante jodida es la vida como para ver de vez en cuando a un pavo cejijunto, enjuto, de piel cetrina, voz gangosa, ex-guardia civil barrigudo, vago, homófobo y misógino. Joder, es que le pilla de todo.
Pues nada, a ver que tal resulta esto. Lo mismo no volvéis a saber nada de mí nunca más, pero viendo cómo estoy de trabajo ahora mismo, no apostaría por ello.
Saludetes, majetes. Jo, si es que soy hasta poeta. No sé por qué no me querrá mi suegra.
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