Me pasa mucho últimamente. Viendo la tele, escuchando la radio, paseando por la calle. Siempre, casi indefectiblemente, me llega un olor a rancio, como a tocino revenido, del que echaba mi abuela en el cocido, del que llevaba meses en la alacena curándose poco a poco. Es un olor a moho, a cerrado, a otros tiempos.
Un olor que me achata la nariz cuando escucho a las marujas cuchichear al paso de dos chicas dadas de la mano, cuando observo a aquel hombre de gafas de sol torcer el gesto al cruzarse con un hombre negro, al pasar al lado de las plazas de toros, y al cruzarme con gente que sale de misa.
Porque España, señoras y señores, huele a rancio. Eso es así. Hace 50 años, con Paquito a lo mejor era lo que se llevaba. Pero estamos en el 2011, no sé si se han dado cuenta. Y siguen fomentando el odio, las diferencias y el racismo. Aunque mucho de todo esto viene de su propio miedo al cambio, a lo diferente. Miedo al inmigrante, más por su piel o religión que por su procedencia. Un inmigrante noruego, rubio, alto, no despierta el mismo temor que uno subsahariano, por muy inmigrantes que sean los dos. Aunque a más de uno se le habrán roto los esquemas en estos días de atrás.
Miedo a los homosexuales. Miedo a que nos contagien, o peor aún, a nuestros hijos. ¿Y si mi hija pasa al lado de una lesbiana y se vuelve lesbiana a su vez? ¿Cómo podré mirarla a la cara? Vamos a ver, señora. Si a usted le pasa eso, no se merece autodenominar madre. No me joda. Creo que la gente le da demasiada importancia a la vida sexual de los demás. Preocúpese por la suya, oiga, que le será más placentero. ¿O acaso vamos todos gritando a la gente que sale de misa inmorales por hacer sólo la postura del Misionero? Pues eso. Qué más da lo que hagan en sus alcobas (o en la cocina, salón, baño, etc...) si es gente buena. Digo yo, vamos.
España huele a rancio también porque se lleva rompiendo desde que Franco murió. Si no me creéis, mirad las noticias. No tardarán en poner alguna noticia que incite el odio contra catalanes, vascos, murcianos, andaluces, etc... Porque se creen los más listos, porque quieren más dinero, porque se quieren independizar, porque quieren más vacaciones, más agua... Y todo esto viene porque hemos nacido aleatoriamente (de chiripa, vamos) en un cacho de tierra. Miren a los somalíes, tan famosos en estos días. Los pobres no pueden ni reñir, de lo poco que tienen.
Pero volvemos a lo mismo, miedo a lo diferente. Y el miedo suele desembocar en odio. Odio al catalán porque habla catalán, y tiene una cultura muy rica. Odio al vasco, por lo mismo. Y en general a todos los pueblos. Aunque me parece gracioso. Se odia en general, será porque la gente que les odia les conoce a todos y cada uno en persona para decidir que es "un pueblo malo". Con un par. Pues señora, un pensamiento le voy a dar, de mi cosecha propia, eso sí, que puede parecer muy polémico. Me parece estupendo que la gente de una determinada ubicación conserve sus costumbres e idiomas, su cultura en general. Y habría que poner de parte de todos para mantenerlo, cuidarlo y desarrollarlo. Pero las nacionalidades me tocan los cojones. ¿Significa esto que los catalanes y vascos y demás no pueden independizarse? Por mí, deberían estar en su derecho de elegir qué hacer. Ahora, sinceramente, creo que no deberíamos poner más fronteras, sino quitarlas. Fuera todas esas líneas imaginaras, fuera todos esos trapitos de colores que hace que la gente luche por ellos. De hecho, voy más allá. Fuera países, no deberían existir. Ni España, ni Francia, ni EEUU, ni Sudán del Sur. ¿Quién soy yo para decir que soy más que una u otra persona por haber nacido (de chiripa, recordemos) en España? Humanos, y punto.
¿Que es una idea polémica? Pues sí, claro, pero como todas. Ya he dicho que pienso que cualquiera debería decidir dónde quiere vivir, o qué hacer con su vida. Hoy por hoy no es posible, pero por lo mal repartido que está el mundo. Ni más, ni menos.
Y lo de la iglesia católica finalmente es que es de traca. Venga hombre, que estamos en el siglo XXI. Qué hacemos todavía dándole pávulo a esta gente. Quien quiera pertenecer a esa religión, que lo sea. Pero que deje al resto en paz. ¿Que viene el Papa? Vale, pues que lo paguen sus fieles. ¿Que la iglesia quiere dinero? Pues que trabaje. Basta ya de chupar de la teta del Estado, y que cumplan el Concordato. Y por supuesto, fuera de las instituciones y de los colegios. Vamos a ser un poco coherentes con lo que se firmó en la Constitución, hombre.
Por todo esto, y por mucho más, España huele a rancio. Y Europa también. Y el mundo en general. A ver si abrimos las ventanas, y ventilamos un poco, que huele a tigre.
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