viernes, 1 de noviembre de 2013

Temporada de caza.

Estamos en plena época de caza en la Mancha. Yo, al vivir en medio del campo, sufro bastante la misma, por varios motivos. El primero, el que se pongan a pegar tiros a unos metros de mi ventana en cuanto se ve un poco, lo cual quiere decir que empiezan con la serenata a las 7 de la mañana.

El segundo, es exactamente eso. Que los cazadores se pasen por el forro la prohibición de cazar a menos de 100 metros de cualquier vivienda. Vale que mi urbanización está en medio de la nada, pero las restricciones son las mismas. No creo que se vayan a cazar a las inmediaciones de Mora, así que no deberían hacer lo mismo con mi casa. Ya he tenido algún encontronazo con ellos por esto mismo. El colmo fue cuando a un gilipollas no se le ocurrió otra cosa más que matar a un conejo que estaba dentro de mi parcela.

El tercero, es la incomodidad de no poder pasear tranquilo a los perros. Estar rodeado de campo tiene la ventaja de poder soltarlos y que correteen a su aire, salvo en esta época y las semanas anteriores a la temporada de caza. Ahora porque aun sacándolos por la urbanización, hay cazadores, como hoy, que me dicen que no debo dejarles sueltos ya que les espanto la caza. En mi urbanización. Cuando deberían estar a más de 100 metros de ella. Y en las semanas anteriores porque siempre hay batidas de gente buscando perros para la temporada. Aprendes a llevarles con correa, no sea que alguno vaya detrás de un conejo, y no le vuelvas a ver. En las semanas antes de la veda, hay un montón de robos de perros, de razas cazadoras, como perdigueros, bodegueros, terriers, chuchos... los cuales seguramente sean abandonados una vez acabe la misma. Esto es la Mancha, mal que me pese, y se lleva haciendo toda la vida. Mantener un perro bien cuidado es costoso. Sale más barato robar uno, y abandonarle, si tiene suerte, cuando todo acabe.

Esto me lleva al cuarto motivo. Los perros abandonados o muertos. Cada año, tras terminar la veda, me encuentro con diez, quince perros abandonados vagabundeando por los campos, muertos de hambre y sed. Alguno de ellos se han convertido en mis perros, a otros intento darles algo de comida y buscarles un hogar, pero el número me supera. Y ya he dejado de pasear por los olivares, he llegado al límite de ver perros ahorcados.

Quizá no todos los cazadores sean iguales, de hecho, conozco de primera mano alguna honrosa excepción. Pero desde luego, pocos han demostrado tanto amor por sus perros como muchas veces proclaman.

2 comentarios:

Enol dijo...

Buf... Este fin de semana creo que han caído siete aquí en mi tierra. "Accidentes". No sale en la tele. Como para salir a recoger setas... hay muchos que disparan de oído.

Biónica dijo...

Joder :-/....