Que acabe ya este puto año. Sin duda es el peor año de mi vida, este 2013 en el que amanecí ya sin trabajo yo, y sin trabajo mi pareja. Los días son largos en casa, pensando en cómo estirar el dinero, en inventar posibles ingresos, en reducir gastos, en olvidarte de pequeños placeres.
A los pocos días de enero, encontré atropellado a mi perro Harley, como ya puse hace tiempo. Y todavía me parece verlo al entrar en cualquier habitación.
La empresa en la que estaba metido con mi socio Isi se fue a pique, tras vérnoslas con el ayuntamiento de Méntrida. Al no poder fabricar, las facturas se acumularon y los ingresos desaparecieron.
Y ahora, cuando he vuelto a retomar la empresa, cuando empiezo a pagar facturas, cuando el dolor de la pérdida es un golpe sordo en el corazón, se va ella. La persona que ha estado conmigo desde hace once años y medio ha decidido recoger sus cosas e irse. Y hace dos semanas que me levanto solo, sin escuchar el rumor de la sábanas al rebullirse, sin el tintineo de la cucharilla en la taza, sin sus palabras de cariño a los perros. Sin sus quejas por el frío por hace, sin su luz de lectura, sin su risa.
Qué puta mierda todo. No me habléis de esperanza hoy.
Mañana quizá.