jueves, 28 de abril de 2011

800 € (brutos)

Hoy estoy contento. Después de seis meses, mi pareja vuelve a trabajar. Además en una empresa que promete mucho, importante, multinacional. Y lo que es mejor, no paga mal y se porta bien con los trabajadores. Al menos a priori.

Las condiciones en las que ha entrado ella a trabajar me sorprenden y mucho. Más que nada, por el contraste tan grande que tienen dichas condiciones con las que le han ofrecido en los últimos trabajos. Condiciones que avergonzarían a cualquier empresario que tenga algo de dignidad. Condiciones merecedoras de ser portada de Menéame, de columna de periódico de tirada nacional, de informativo televisivo. Porque esto está ocurriendo, señoras y señores. La basura se encuentra asentada entre la clase empresarial.

Por supuesto que ya lo sabemos, de hace tiempo. España adolece de una herencia de terratenientes, en la que "se hace lo que yo digo, o puerta" es uno de los principios de las relaciones laborales. Pero queráis o no, la situación actual, de crisis, y con más de cuatro millones de parados (4.000.000) que se dice pronto, es el caldo de cultivo necesario para que afloren vergonzosas ofertas de trabajo. Y lo malo es que irán a más, porque siempre habrá gente necesitada que tenga que tragar, y poca vigilancia para tanto caradura.

La oferta de trabajo a la que me refiero, es una de auxiliar administrativo en una empresa grande, importante, con delegaciones en todo el territorio nacional. Quizá la conozcáis, quizá hayáis probado alguno de sus productos. El horario, de 10 de la mañana a 8 de la tarde. Una hora para comer. Eso, cuando hayas pasado su peculiar período de prueba, que según parece es de un año. Hasta entonces, trabajarás una media de cuatro horas diarias. Sueldo a razón de 100 € (brutos) por cada hora de jornada que tengas. Si tienes la de cuatro horas, 400 € (brutos), y si tienes la completa,  800. Brutos también, claro. Por una jornada de 8 horas recibes una PUTA MIERDA de sueldo, porque parados hay muchos.

Ah, y para llegar a eso, son necesarias dos entrevistas. La primera que hizo mi pareja la consiguió gracias a su curriculum, ya que estuvo trabajando para Nestlé (otros que hay que echarles de comer aparte). Se lo confesó el encargado de recursos humanos (RRHH para Urdaci). Fue una entrevista normal, aclarándole sueldos y horarios, preguntándole por sus conocimientos de informática, ofimática, contabilidad, etc... Tras pasar por esa primera, llegó la segunda. O como yo la llamo, el interrogatorio de tercer grado. ¿Cómo, en el nombre de toda la corte celestial, puedes hacer una entrevista preguntando hasta el nombre de la pareja del entrevistado, lugar detallado del trabajo, y complexión? ¿Pero qué eres, de SÁLVAME o de la KGB? QUE PAGÁIS 800 PUTOS EUROS BRUTOS. Y encima presumiendo de que la empresa factura 25.000.000 cada año. Ahí, con dos cojones.

De ahí que esté escribiendo este post, porque no puedo con esta gente. Porque cada vez me asquea más de lo que es capaz un empresario para llenarse los bolsillos. Y porque creo que callamos demasiado.

Ah, ¿la empresa? Acquajet. En infojobs tenían una lista con más de mil personas apuntadas. Ayer contrataron a su candidata ideal.

Mi pareja tuvo suerte y acabó en otra empresa.

jueves, 14 de abril de 2011

Jamming

Caía la noche sobre Toledo. Uno de estos típicos atardeceres de abril, en los que la temperatura caía varios grados en poco tiempo.

ELLA era una turista más de las que componían aquel enjambre tumultuoso que revolucionaba las estrechas calles. Trataba de quedarse lo más atrás posible del grupo en el que iba, para intentar hacerse una mejor idea de lo que sería vivir allí. Imaginaba, mientras daba pequeños pasos, el volver a casa del trabajo, lentamente, subiendo las cuestas que hacen tan característica esa ciudad. Pensaba en notar el mismo frío que sentía en ese momento, pero con al menos una chaqueta. Se había dejado la suya en el autobús al llegar al mediodía, tal era el calor que hacía en ese momento.

Se imaginaba sacando al perro que no tenía, quizá un perro pequeño. Allí las casas no parecían demasiado grandes. Subiría con él al mirador y vería cómo el atardecer caía en la ciudad desde el cerro del Bu. Pasearía por la ribera del Tajo, y saludaría a los ancianos que monopolizaban los bancos.

Viviría en un pequeño piso, en el centro de Toledo. Un piso reformado, con patio, de los que tienen un brocal en el centro, y geranios en las columnas. Un patio fresco, donde saldría a chapurrear con las vecinas. Tendría una cama grande, de dos metros al menos de ancho. Ella no medía más de 1,60 metros, pero en su casa siempre había tenido que compartir lugar para dormir con alguna hermana. El perro podría dormir con ella, y se darían calor en los duros inviernos, cuando la estufa de leña se estuviera apagando.


ÉL vivía en Toledo, de siempre. Había nacido allí, y se había criado correteando entre callejuelas y rincones escondidos. Sus rodillas y manos conocían casi cualquier adoquín de la ciudad. Siempre había sido demasiado patoso. Quizá por ello tenía tan pocos amigos.

Hacía tiempo que se centraba casi exclusivamente en su hobby, la fotografía. No hacía fotos de la ciudad, ya que aunque la veía bonita, creía que nunca podría verla como lo hacen los turistas cuando la contemplan por primera vez. Le encantaban sus caras maravilladas al pasar por la judería, por Zocodover o al subir al mirador. Podía ver ese brillo en sus ojos, recorriendo los tejados de derecha a izquierda, intentando retener en sus retinas y su memoria aquella visión.

Era eso lo que él intentaba captar, la sorpresa, el asombro. Ese momento de felicidad, que a él, la vida le negaba.

Huérfano desde muy pequeño, se había pasado la vida dando tumbos, de casa en casa, con unos y otros familiares. Nunca había tenido una residencia fija, nunca había estado más de un año en una casa. Cuando empezaba un nuevo curso escolar, él se mudaba. Tanto trajín nunca le ayudó demasiado con las notas. No es que no fuera listo, pero su situación le apesadumbraba demasiado.

Ahora era guía de las rutas nocturnas que se hacían por la ciudad. La suya era la que llevaba a los clientes a través de las leyendas de Bécquer. Se las sabía de memoria, palabra por palabra. Había empezado a leerlas a los dieciocho años, cuando pudo irse a vivir a la casa que fue de sus padres. Encontró el libro en la estantería, lleno de polvo y ajado. Era el único que había. Solía sentarse a leer en un viejo taburete al lado de la vieja estufa, que funcionaba tan bien como el primer día.

Aquel día estaba en Zocodover, paseando, como cualquier tarde, con su pequeño perro que no se separaba de su lado, siempre buscando la sombra que él producía. Llevaba la cámara a cuestas, preparada para echársela a la cara y sacar la foto. Le encantaban sobre todo los grupos de japoneses, por lo expresivos que son. No les cuesta nada asombrarse. Al final de uno de ellos, se fijó en una chica, de espaldas a él, con el pelo muy largo y liso. Muy menuda, muy diferente a él. Juraría que no era japonesa, pero no podía verla bien.  Quería sacarle una foto, como fuera. Había algo en ella que le llamaba imperiosamente la atención. Justo cuando ella se giraba, un autobús se cruzó en la calle, apenas un segundo, pero lo suficiente para que él no sacara la foto. Fue ella la que la hizo.

Años más tarde, esa foto aún seguiría colgada de la pared. Un joven alto y desgreñado, con ojeras y barba de una semana había atraído la atención de ELLA desde el otro lado de la calle. Sin pensar y sin encuadrar hizo la foto. ÉL aparecía con la cara de sorpresa que solía retratar en los demás.

Siempre que ELLA veía la foto sonreía. Siempre que ÉL veía la foto, le sonreía a ELLA. De vez en cuando echaban un vistazo a la estufa mientras él le leía su libro de Bécquer.

jueves, 7 de abril de 2011

Sacrificio

Según el ABC, el señor Artur Mas dice esto: Artur Mas, pide a la juventud, que sea una generacion sacrificada para no ser la primera generación de la historia que deja un legado más estrecho a sus hijos que el que heredó de sus padres. "¿Estamos dispuestos a no sacrificar nada del presente a cambio de no ser solidarios con nuestros hijos? ¿Estamos dispuestos a que nos cuelguen la etiqueta de la generación más egoísta de la historia?"

Esta arenga iba dirigida a los ciudadanos catalanes, pero bien podría haberlo dicho cualquier político nacional. Sacrificio. Parece ser que hemos de sacrificarnos por el bien común. Quizá deberíamos decir nosotros "¿Otra vez?"


Desde que explotó la burbuja inmobiliaria España está de capa caída. No es que antes estuviera demasiado boyante, pero desde luego mejor que ahora. Luego vino la crisis bancaria, el rescate de los susodichos, el paro de más de 4.000.000 de personas... Todo este conjunto hace que ahora mismo, mi hipoteca me vaya a acompañar hasta los 67 años en los que me jubile, que no pueda ahorrar a fin de mes apenas nada para amortizarla, que mi sueldo lleve congelado años, que mis gastos se disparen mes a mes, que mi mujer esté en el paro y que mi única visión de futuro sea tomarme mañana, y si hay suerte, otro café en el trabajo.


¿Qué más esperan que sacrifiquemos? Si para rescatar el sistema financiero han hipotecado el futuro de las próximas generaciones. Si ya se está hablando de copago para la sanidad pública. ¿Copago? Ya me descuentan de mi nómina cada mes el pago de la sanidad. De hecho, el 100% de los costes salen de los impuestos a los ciudadanos.



Pero tiene razón el sr. Mas, en el fondo. No quiero ser egoista, y haré el que puede ser el mayor sacrificio. No tendré hijos. No, porque no estoy dispuesto a que vivan peor que yo. Mis padres tuvieron tres hijos, ya que el panorama que tenían por delante era alentador. El panorama que han creado las últimas generaciones de politicuchos es devastador cuanto menos.


Y ya que no pueden ustedes prometernos un futuro mejor, no puedo ser yo tan irresponsable de traer a un pequeño a este país, en este momento.


Espero que les valga este sacrificio. No nos han dejado mucho más.

martes, 5 de abril de 2011

Gonzo.

Hoy me he levantado indignado. Más que eso, encabronado. Hoy me hierve la sangre de rabia contenida en las las últimas semanas.

Hoy ha sonado el despertador, temprano, como todos los días. Como todos los días, nos hemos puesto en pie al mismo tiempo cinco seres. Un servidor, y los cuatro perros que tengo ahora mismo. Dos de ellos me acompañan desde hace seis años, Dante y Tina, a los cuales muchos conoceréis por las fotos que ya he puesto. Y si no les conocéis, os pongo otra.


 Hace seis años nos enteramos que un amigo de mi cuñado regalaba cachorros cruce de Chow-Chow. Vivimos en una casita con parcela en Yegros, Toledo, y siempre nos han gustado los animales, de modo que fuimos a por uno. En principio, nos íbamos a quedar con Dante, uno de los 8 de los que constaba la camada. Pero al llegar nos dijeron que si no queríamos también una perrita, ya que era la última que les quedaba por regalar. Con un mes que tenían, quién podría decir que no. Total, donde cabe uno, caben dos. No me he arrepentido nunca de haberla adoptado también. Ella es Tina.

El caso de Harley fue totalmente diferente. Le conocimos el año pasado, en junio. Estaba sentado en medio de la carretera, temblando. Gracias a que habíamos visto a una chica andar por el arcén, seguramente porque le había visto antes, frenamos lo suficiente para no atropellarle. Cuando vio el coche, él sólo pudo tumbarse y cerrar los ojos. 

Paramos un poco más delante, y bajamos corriendo para sacarle de la carretera. Mientras yo controlaba que no viniera ningún coche, mi pareja se acercó con cuidado y lo recogió. Nos lo llevamos a casa, y comprobamos que estaba bien. Dentro de lo que cabe. A pesar de todo el pelo que tiene (es un cruce de Yorkshire), se le podía notar las costillas y la desnutrición que tenía. Por no hablar de las más de 20 garrapatas que le quitamos y por las cuales estuvo una semana entera vomitando. No llevaba collar, no le había hecho falta. Más que nada porque al CABRÓN de su antiguo dueño no se le había ocurrido otra cosa más que atarle de las patas traseras con una cuerda, dejándoselas en carne viva. Después de 9 meses, todavía no le ha crecido el pelo en la zona, ni creo que lo haga.
Por supuesto, no tenía chip. Una vez que nos lo dijo el veterinario, después de haberlo desparasitado y vacunado, se lo pusimos, y pasó a formar parte de la familia.

Aun así, Harley nunca ha perdido esa picaresca que tiene, pero de vez en cuando le tenemos que sacar de debajo de las mesas o de las sillas, donde se mete cuando tiene miedo de algo. 

Este es él.



Y ahora llegamos al motivo por el que escribo este post. Gonzo, que lleva dos semanas con nosotros. Se lo encontró mi mujer en la zona de Olías del Rey, corriendo de un lado a otro de la carretera y aullando como un loco. Parecía estar buscando a alguien. Desde luego da que pensar que estuviera al lado de la gasolinera del pueblo. 

Llevaba dos collares, uno antiparasitario y otro normal. Por supuesto, sin chip. Da muchos problemas para cuando quieres abandonar un animal. Estaba delgado, pero no demasiado. 

Parece un perro de caza, cuando le sacas a pasear va metiendo las narices en el primer agujero que ve, y se pone a seguir rastros. Quizá no es demasiado bueno para la caza, no lo sé. Pero es lo primero que se me ocurre para justificar su abandono. Al menos ha tenido suerte, relativamente. No fue atropellado de milagro, y a su antiguo dueño no se le ocurrió ahorcarle en un olivo, como es tan común por desgracia en La Mancha.

Como hijo de agricultor que soy, entiendo que haya que realizar un control cinegético sobre determinadas especies, las cuales, debido a la escasez de depredadores naturales se reproducen más de lo que deben, llevando al ecosistema a un punto crítico. Lo que no entiendo es que los mismos cazadores que cazan conejos, maten también zorros que se encargan de regular la población. Quizá sea para evitar competencia. Y esto lo he visto yo, con mis propios ojos, que llevo ya muchos años pateando y trabajando en el campo.

Y por supuesto, lo que no entiendo, lo que no me entra en la cabeza, es salir a pasear con mis perros y encontrarme a un par de galgos ahorcados de un árbol, o perros de caza comidos por las pulgas y garrapatas. Lo siento, pero no. No me trago lo de que los cazadores son amantes de la naturaleza. Puede que haya alguno, no lo dudo. Pero aquel que es capaz de ahorcar a su propio perro porque ya no corre como antes, y está viejo, no es un amante de la naturaleza. Es UN HIJO DE LA GRAN PUTA. Con todas las letras. Y desde luego, me encantaría verle colgado de los huevos un ratito. No mucho, cinco o diez minutos, lo suficiente para que comprenda lo que tienen que sufrir los perros.

Perdón por el vocabulario, pero como ya he dicho me he levantado indignado. Indignado porque he visto a Gonzo, a los pies de mi cama, esperando a que le sacara, moviendo el rabo. Indignado porque como todos los días me coge suevemente de la pernera del pantalón y me guía hasta la puerta. Y porque no entiendo que haya un gilipollas al que se le ocurra abandonar a este pedazo de pan. 


Por cierto, sigo buscando dueño para Gonzo. Desde luego, si no le encuentro sitio, se quedará con nosotros, pero ya me es difícil lidiar con los otros tres que tengo y os he presentado. Por supuesto, no se admiten posibles adoptantes que sean cazadores, por si las moscas. Si estáis interesados, podéis contactar conmigo en el siguiente correo: jlozanoreal@gmail.com